El mes pasado, cuando aún no existía este blog, leí un artículo sobre Flannery O'Connor en Letras Libres. En síntesis, la calificaban como una extrañeza prolífica. Esa misma tarde ya había memorizado el encadenamiento correcto de las grafías de su nombre, así que fui a Gandhi a buscar algo de su creación y, sin más, encontré una antología de cuentos en $79 (pesos mexicanos, aclaro). ¿Por qué razón? Ni el chico que me atendió supo por qué la prosa de esta mujerona pertenecía a la mesa de descuentos. Sólo sonrió como si yo estuviera a punto de comprar un BMW del año a mitad de precio, hecho que me anticipó una cita agradable con la autora. Entonces pagué. Diré que la sonrisa fue apenas una migaja aliciente. Durante semanas llevé el mundo de Flannery, todo manoseado, a donde iba. En consecuencia, me ha costado diluir la intensidad de su sabor. Válgame la analogía pero la señora O'Connor, ahí como la ven, es como un tipo de chile para mexicanos. Me arriesgo a proponerla, al menos en consideración de su destreza por maniobrar con ciertos condimentos de la oscuridad humana. Léanla.
La sed lo sacó del catre junto al que ocupaba su madre. Ella dormía con vestido y rebozo en una posición que a Abel se le figuraba una plasta de cera negra. Para no despertarla, el niño se movió con cuidado para evitar los rechinidos y salió descalzo del cuartucho. El aire se filtraba al interior de la casa a través de las múltiples hendiduras entre los ladrillos o láminas. Abel no dejaba de frotarse la piel sin cubrir por su camisetita sin mangas. El suelo le parecía de hielo, así que se apresuró a buscar la jarra de plástico sobre el mueble oxidado que también compartían las hornillas. La encontró vacía. Recordó entonces el vaso con agua dispuesto en la ofrenda de muertos. Cuando estaba a punto de beber, se topó con los ojos de su padre, impresos en el amarillento papel fotográfico. Torció la boca, a bisbiseos le preguntó si le convidaba. Creyó notar que la flama de la veladora se curveaba un poco hacia el retrato del policía para luego señalar al plato co...
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